Era guapísima, alta, inteligente, culta... Sería la mujer perfecta si no fumara más que un carretero, parecía una maldita chimenea. Fumaba muchísimo. Siempre tenía un cigarrillo en la mano, antes de acabar uno ya estaba encendiendo el siguiente. No conseguía entenderla por mucho que lo intentara. Tenía una voz preciosa que estaba destrozando con ese maldito vicio de parecer una locomotora a vapor.
-Oye, ¿te has planteado alguna vez dejar de fumar?
-No, no entiendo por qué tendría que hacerlo.
-A muchas personas no les gusta la gente que fuma.
-Por eso mismo lo hago.
-¿No quieres gustarle a la gente?
-No es eso, es solo que no he encontrado a esa persona por la que merezca la pena apagar un cigarrillo.
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