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miércoles, 11 de enero de 2012

¿Sabes? No volvería a intentarlo, pero sí retrocedería en el tiempo hasta ese instante. Hasta ese momento de mi vida en el que sí tenía un motivo para sonreír, y no me avergüenzo de decirlo: Ese motivo eras tú. No volvería a intentarlo porque tú ya no eres el y, sobre todo, porque yo no sigo siendo ella. Porque esto se fue apagando con el tiempo y ya no hay chispas que puedan volver a encenderlo. Pero si hay otra razón por la que no volvería a intentarlo es porque nunca, nada, podrá ser como aquello fue. Con los años he aprendido que el tiempo puede cambiarlo todo. El tiempo es capaz de distanciar a dos personas que juraron estar juntas para siempre, pero también es capaz de curar heridas que, una vez, sangraron al rojo vivo. Si hay algo que sé del tiempo es que es el único capaz de hacerte creer que algo que también te hizo daño, terminó siendo perfecto. No sé si llegamos a pelearnos, no sé si lloré, ni siquiera sé si te hice llorar... Pero la magia del tiempo consiste en eso; en que si hubo una discusión, solo acabarás recordando el beso que lo arregló todo. Si hubieron celos, recordarás su voz diciendo que tú siempre serás la única… Si lloraste, simplemente recordarás como el te hacía sonreír. Y así, sin más, el tiempo te hará cambiarlo todo… y acabarás preguntándote por qué todo acabó. Cuando te enamoras de alguien por segunda vez no te estás enamorando de él, sino de su recuerdo. Aunque recuerda, también puede que no sea la segunda vez; sino, que nunca llegaste a olvidarle del todo. Y acabas con la sensación de que, si esa persona se va de tu vida para siempre, será como si vuestra historia jamás hubiera existido. Así que solo me gustaría saber si, a veces, te acuerdas de nuestra historia, porque tú puedes olvidarte de ella si quieres, pero yo la seguiré recordando y acabaré con la estúpida frase de "Donde hubo fuego, siempre quedarán cenizas" ¿Pero sabes qué? Yo no quiero que las cenizas se conviertan en llamas, simplemente me gustaría que el viento no se las llevara extremadamente lejos. Porque no, no quiero que me digas que aún me quieres, que no me has olvidado, solo me gustaría que un día, sin querer, se te escapara un: Pues la verdad es que sí, te echo un poco de menos.

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